La colección Atlachinolli es un homenaje a la dualidad ancestral que caracteriza al mundo de los opuestos, un concepto profundamente arraigado en la cosmovisión mexicana. Inspirada en el símbolo mexica que fusiona el agua y el fuego, esta colección nos invita a reflexionar sobre la guerra necesaria para la transformación, la lucha entre elementos opuestos que da lugar a la vida misma.
Atlachinolli, en su sentido más profundo, evoca la vida que surge desde la tierra, el agua que baja de las montañas, el manantial que emana y la sal del mar que nutre todo lo que existe. El agua, tanto la que fluye como la que se convierte en vapor, simboliza una guerra interna, un proceso constante de purificación. Es el sudor de la existencia cotidiana, el agua quemada en nosotros que limpia y transforma nuestras emociones, pensamientos y sueños.
El cobre, un elemento fundamental de la colección, no solo se remonta a la historia de la humanidad desde las antiguas civilizaciones de Chipre, sino que en el contexto mexicano, es un símbolo de conexión con la tierra y con la historia. Proveniente del latín *cuprum* y vinculado a la veneración de la diosa Venus, el cobre también es asociado con el símbolo ♀, que representa la vida, la fertilidad y el ciclo eterno de la creación. El cobre se convierte en el medio a través del cual el agua, elemento vital, es canalizada y protegida.
La inclusión del caracol en esta colección nos remite a las antiguas civilizaciones mesoamericanas, especialmente a Teotihuacán, donde el caracol simbolizaba el viento y el agua, elementos que son esenciales para la vida. En particular, los caracoles evocan la conexión con la deidad Tláloc, quien era el señor de los ríos, lagos y fuentes de agua. Este vínculo con Tláloc se ve reforzado por el descubrimiento de la almena de Tlahuizcalpantecuhtli en la zona arqueológica de Teotihuacán, donde el agua, como símbolo de vida y transformación, emerge como el pilar de la creación.
La colección Atlachinolli es, por tanto, un viaje hacia el corazón de nuestra tierra, donde el cobre, el agua, el fuego y los símbolos ancestrales se encuentran para dar forma a una joyería que narra la historia de nuestros orígenes, la lucha por la vida y la transformación. Cada pieza es un testimonio de la conexión entre la materia y el espíritu, entre el pasado y el presente, entre la vida y la muerte.
Autora: Gabriela García Mariscal
Como orfebre y creadora de la marca Maria Mariscal Joyería, he dedicado mi vida a explorar y reinterpretar las tradiciones más profundas de nuestra cultura. En esta colección Atlachinolli, he querido rendir homenaje a los elementos ancestrales que han sido fundamentales en la cosmovisión mexicana: el agua, el fuego, el cobre y el caracol. Cada pieza es un reflejo de la historia que nos conecta con nuestra tierra y con las fuerzas naturales que nos sostienen.
El concepto de Atlachinolli –la guerra de opuestos que da origen a la vida– ha sido mi guía en este proceso creativo. Como orfebre, mi intención es transformar estos símbolos de lucha y renovación en una joyería que no solo embellece, sino que también cuenta una historia profunda sobre la vida, la transformación y la conexión con nuestras raíces. Esta colección es un tributo a nuestra identidad, a nuestra tierra, y a las fuerzas que nos permiten existir.
Cada pieza está hecha con el corazón, con la mano que trabaja el metal, pero también con el alma que se alimenta de la rica tradición de nuestros ancestros. Gracias por acompañarme en este viaje de exploración y creación.